lunes, 31 de agosto de 2009

Afiche de Juan Kalvellido

Miguel Angel Beltrán, profesor, encarcelado en Bogotá: "Me acusan de terrorista por sustentar en mis escritos que las FARC son una respuesta histórica a las múltiples violencias del Estado"

reproducimos ademas su carta

Miguel Ángel Beltrán Villegas/Rebelión
SÁBADO, 8 DE AGO DE 2009. 6:10 PM

Han transcurrido dos meses desde mi arbitraria detención en este pabellón de "alta seguridad". Actualmente somos 73 internos (de una población de 6.102 presos), los que estamos recluidos en esta área de la Cárcel Nacional Modelo, que bien puede ser considerada una "cárcel dentro de la misma cárcel" alejada de los demás patios y donde sólo tenemos derecho a una hora diaria de sol. Aquí comparto suerte no sólo con comandantes guerrilleros sino, también, con reconocidos narcotraficantes y jefes paramilitares que como "Zeus" y "Niche" están acusados de ser autores de numerosas masacres de hombres, mujeres y niños indefensos. Por fortuna éstos se encuentran en un piso aparte.

Cada vez que traspaso las puertas de esta institución carcelaria para una audiencia o una entrevista con los medios de comunicación, los impresionantes dispositivos de seguridad revelan que soy considerado un reo de alta peligrosidad para las autoridades carcelarias. "El terrorista más peligroso de las FARC" según palabras del mismo presidente Uribe quien me condenó, sin ser escuchado en juicio, y agradeció al primer mandatario mexicano Felipe Calderón su colaboración en mi captura, aún así los jueces de garantías y de apelación insistieron que mi detención se produjo en Colombia.

Resulta un verdadero sarcasmo que mientras el fiscal promete para mí una pena de más de cuarenta años por los delitos de rebelión y concierto para delinquir con fines terroristas, a los verdaderos criminales, que han sembrado el terror en todo el país, se les ofrece que purguen sus decenas de homicidios en 8 años, a cambio de su confesión, amparados en la política de "justicia y paz". En otros casos, la justicia ni siquiera se ha hecho cargo de ellos y se mantienen en la total impunidad desempeñando importantes cargos públicos o altos puestos de dirección en las fuerzas militares.

En mi expediente no se me acusa de despedazar campesinos con motosierra, ni se me atribuye el asesinato de jóvenes provenientes de sectores populares que luego son presentados como "falsos positivos"; tampoco se me imputan tratos crueles, inhumanos y degradantes contra persona alguna; mucho menos se me inculpa de delitos de lesa humanidad: contrario a ello se me acusa de "instigación al terrorismo" por denunciar estos hechos y de poner de presente la responsabilidad del Estado Colombiano y las Fuerzas Militares en estos crímenes: se me acusa de ser un terrorista por sustentar en mis escritos en los foros públicos, que las FARC es una respuesta histórica a las múltiple violencias del Estado, porque en este país, por decreto presidencial no existe conflicto armado, pese a que número de desplazados por la violencia sobrepasan ya los 4'000.000 de personas.

El hecho que se cite mis actividades académicas como indicios para inculparme, demuestra que se trata de un claro intento de criminalizar un trabajo docente e investigativo incómodo para el establecimiento.

En el pasado estas mismas sindicaciones han sido hechas a destacados profesores universitarios como el sociólogo Alfredo Correa, a quien se acusó de ser un "ideólogo de las FARC"; en esa ocasión las falsas inculpaciones provinieron de informaciones proporcionadas por los mismos organismos de inteligencia del Estado, concretamente del DAS institución que depende directamente de la Presidencia de la República. Pese a que en el proceso jurídico se pudo comprobar su inocencia, al profesor Correa el Estado no le garantizó el derecho a la vida: pocas semanas después de su excarcelación, caía asesinado en las calles de Barraquilla.

Desafortunadamente, esta política de hostigamiento contra la academia Colombiana no es cosa del pasado, por el contrario se ha venido incrementando con la mal llamada política de "seguridad democrática". William Javier Díaz es un ejemplo de ello, integrante del Taller de Formación Estudiantil Raíces (TJER ), que durante más de una década ha desarrollado seminarios de pensamiento social en la Universidad Pedagógica y la Universidad Distrital "Francisco José Caldas", con el apoyo de reconocidos académicos e investigadores, hoy es víctima de un montaje jurídico similar, donde, con base en espurios archivos de un supuesto computador incautado a la guerrilla, se le presenta como un militante de las FARC.

De esta manera el Estado pretende castigar a quienes consideramos que los estudiantes deben estar en contacto permanente con los problemas sociales no solo del pasado sino también del presente; que los futuros profesionales tienen que estar en contacto con las tercas y duras realidades de un país continente que hoy parece despertar tras años de letargo.

La universidad, centro por excelencia de producción y circulación del pensamiento crítico, no puede ceder a esta intimidación, escudándose en una supuesta neutralidad de la teoría, ni refugiándose en la torre de marfil de un conocimiento de expertos ajeno a cualquier compromiso con la realidad social, las libertades del pensamiento y expresión –escribía el profesor universitario y también activista de los derechos humanos Héctor Abad Gómez– "son un derecho duramente conquistado a través de la historia por millares de seres humanos, derecho que debemos conservar. La historia demuestra que la conservación de este derecho requiere esfuerzos constantes, ocasionales luchas y aún, a veces, sacrificios personales".

En Colombia, la Asociación Sindical de Profesores Universitarios ha sido un instrumento de defensa de este derecho, preservando con su lucha el "alma mater" no sólo de los bárbaros que pretenden acallarla recurriendo a la violencia y la amenaza, sino haciendo frente a las políticas neoliberales que buscan asfixiarla presupuestalmente.

La generosa solidaridad que ustedes me han brindado en estos dos largos meses de reclusión, corrobora este compromiso que por décadas ustedes han mantenido en aras de la defensa de la educación superior y coloca de presente que esta lucha no solo es por mi libertad sino por la libertad y el respeto al trabajo científico e intelectual.

Desde estas cuatro paredes que aprisionan mi cuerpo, pero no mi pensamiento, quiero hacerles llegar mi voz de sincero agradecimiento por sus gestos de solidaridad y mi convencimiento de que en esta lucha llegaremos hasta el final, para que en el país el pensamiento pueda circular libremente y no sea amenazado por aquellos insensatos que aspiran revivir los tiempos de la inquisición, condenando a la hoguera a quienes expresamos ideas y opiniones diferentes.

Un abrazo fraternal.

Miguel Ángel Beltrán Villegas
Cárcel Nacional Modelo. Pabellón de Alta Seguridad
Bogotá, Julio 20 de 2009"


Mas de Antonio Medina


martes, 11 de agosto de 2009

En busca de la utopía














El caricaturista Allan MacDonald junto a su hija Abril.
El caricaturista hondureño Allan MacDonald en entrevista con el periódico cubano Juventud Rebelde cuenta detalles de su detención y confiesa que desea visitar Cuba
por: Julieta García Río


La noche en Santa Lucía ha perdido su principal atractivo. No se distinguen las luces de Tegucigalpa, a solo ocho kilómetros al noroeste de allí. El barrio colonial de casitas blancas y techo de tejas de barro tiene un aire fantasmal. Solo el firmamento ilumina al país secuestrado desde el pasado 28 de junio por Micheletti.

Acto 1: La detención
Allan MacDonald ha salido al portal para tomar fresco. La pequeña Abril se acurruca a su pecho. Intenta dormir. El sonido de unas fuertes pisadas viola la aparente quietud. Un grupo de hombres vestidos de verde olivo y con pasamontañas empujan el portón. Se aproximan. Ahora el caricaturista del Heraldo, periódico nacional, quiere controlar el miedo para que la nena no se asuste.
«Acompáñenos, ha violado el estado de sitio», ordena una voz cortante. Allan se pone de pie, quiere coger los biberones de su hija de año y medio. El militar pide que la niña se quede y él se niega a dejarla. A tientas busca agua para la pequeña, caen al suelo los bocetos de trabajos, dibujos, la computadora... “no hay nadie más en casa solo busco los biberones” dice. Los guardias entran, están parados encima de sus caricaturas. «Tiene que acompañarnos», insiste el militar.
Atrás dejan la casa, el agua y la leche de Abril. Tendrá que bajar una cuadra para llegar a la camioneta que les aguarda. El motor del vehículo se enciende e inician el viaje hacia lo incierto. Van sentados en el piso de la parte trasera junto a los militares. Estremecen los ojos huidizos de estos hombres. ¿Cómo serán sus rostros...? De repente el vehículo se detiene. Su destino es un edificio donde se agrupan casi cien personas, entre ellos está un diplomático venezolano. El policía con linterna les guía el camino hacia las gradas. Muchos de los detenidos se comunican por celular con sus familiares y amigos. También Allan lo ha hecho, por eso su caso se sabrá en el mundo. Los sitios digitales de Rebelión y Juventud Rebelde se solidarizan con él y su pueblo. Salvo por la sed, la pequeña Abril está tranquila; papá le tararea la canción de Silvio Rodríguez que inspiró su nombre. A las cinco de la madrugada todos están libres; callados montan el microbús que los llevará de vuelta a casa. La mirada de los militares les obliga al silencio absoluto. Cuadra a cuadra se queda uno, luego otro... El centro de Tegucigalpa es la última parada. Allí desciende nuestro entrevistado. Allan se niega a callar y mediante el correo electrónico revela la verdad de su país.
—Ha transcurrido un mes del golpe de Estado y de tu detención. ¿Cómo te sientes?
—Impotente, aunque la solidaridad a nivel mundial me da fuerzas. Mi periódico es golpista. Ya no hay censura porque la gente se ha expresado pidiendo libertad para mi trabajo.
—Todavía lo hacen.
—Sí, al no ver mis caricaturas publicadas ellos las reproducen en las paredes. Eso es lindo para un artista. Nunca vi esto en el mundo. El pueblo exige mi trabajo, por eso El Heraldo lo publica, pero de tamaño pequeño. No se puede hacer más que cambiar el estilo.
—¿Más sutil?
—No, ahora los dibujos son más fuertes. Hago la línea gráfica más gruesa y el texto más grande para que se lea mejor.
—¿Cómo ves las cosas?
—Hace un mes creímos que el golpe duraría una semana. Hoy, los grupos armados pertenecientes al Frente Lorenzo Zelaya se organizan para luchar contra los golpistas. A esta gente solo las balas los sacan.

Acto 2: De tal padre...
«Mi padre se llamaba Víctor McDonald, era un pintor social que para darnos de comer tuvo que pintar paisajes y bodegones con sandías y zanahorias. Además de pintor era un hombre rebelde. Se involucró en la lucha contra las dictaduras de los años 70, cuando yo aún no había nacido. En El Salvador convivió con doña Clementina Suárez, considerada la poetisa de Honduras, también fue amigo de los poetas Roque Dalton y René Castillo, perseguidos por sus ideas revolucionarias. Papá pudo escapar a México antes que ejecutaran a Roque y René. Allí desarrolló su obra y dio clases de sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Volvió a Honduras clandestinamente a ver a su familia, en esos años nací yo, en octubre del 74. Mi papá venía siempre con la esperanza de reunirse con sus amigos, mas casi todos fueron asesinados».
El padre guió las lecturas del niño. A los siete años Allan leyó su primer libro: El hombre mediocre, texto que formó gran parte de su vida. Luego le seguiría: Así se templó el acero, La madre, Pacifismo burgués y pacifismo proletario, Marxismo e insurrección... entre muchos más.
Al respecto comenta: «las urgencias de hacer un dibujo para comer, me obligaron a olvidar qué otros libros leí, pero de mi infancia clandestina recuerdo también los poemas de Roque Dalton que llegaban en medio de pasquines de Disney».
A los nueve años el pequeño ganó el primer premio de un concurso nacional de caricatura, en el que participaron más de 1 200 obras. Por esa vía se agenció el puesto de caricaturista editorial del periódico El Heraldo, donde aún trabaja: «Me entregaron el premio y la plaza sin verme, pensaron que era una persona adulta. Gané con una caricatura de Reagan lanzando su candidatura en la boca de un cañón que decía Nicaragua».

Acto 3: Resistencia
—¿Cómo te mantuviste tantos años en El Heraldo, incluso después del golpe?
—El Heraldo tiene una virtud que he admirado desde que empecé a trabajar, y es que nunca hubo censura, y debo decir que he hecho caricaturas impublicables en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, este golpe ha despertado a todos, a la izquierda dormida y también a las fieras del poder fascista. Han censurado toda clase de comunicaciones y El Heraldo no está exento.
«Si me mantuve tantos años fue gracias a mi madurez política. En Honduras la caricatura trata temas muy sociales, no políticos. Pero no concibo la vida sin una ruta, sin un pensamiento radical. Nada debe ser gris, por eso mi caricatura es fuerte e ideológica. Aquí la ideología es una especie de sortilegio político, un acto subversivo, y la gente te ve como un delincuente ilustrado. Por esta razón me pagan menos que a los demás. Los sueldos de los caricaturistas son de hambre, y por ser consecuente con mis ideas políticas soy el que menos gana. Te podrás imaginar».
—¿Qué estudiaste? También escribes con marcada ironía, ¿acaso no te basta con imágenes?
—Hice estudios de sociología, en el dibujo soy autodidacta. Me formé en la vida a puros libros y dudas. Creo que las cosas tienen que decirse claras y de todas las maneras posibles, la literatura para mí es solo ese hilo conductor que sigo para encontrar la utopía entre el dibujo y las letras.
—En mayo de este año el presidente Zelaya te entregó el premio nacional de caricatura...
—Me entregaron el premio, que lleva el nombre: Orden Clementina Suárez. Ella fue una poeta laureada en México donde vivió gran parte de su vida. Clementina solía decir: «este país es una selva», y no se equivocó. Después de una larga vida en México llena de arte rebelde se vino a Honduras y acá fue asesinada brutalmente dentro de su propia casa.
«En la premiación solo se leyó mi discurso, que planteaba cambiar la constitución, un discurso donde reto a los poderes fácticos que gobernaron desde siempre. Mis palabras no se publicaron en ningún medio, el premio es el primero en su estilo, y creo que será el último, la derecha no considera la caricatura, ni la cultura como un procedimiento intelectual. Seguro será sustituido por el nuevo premio: colt 45.
—Tu propuesta de Constitución pudo ser el motivo de la detención.
—No creo, mi detención solo es una amenaza para neutralizar.
—¿Qué diferencia existe entre el Gorilazo de los 70 y este?
—Las diferencias son muy pocas. En aquella época gobernaba un militar nacional y en esta un militar del pentágono. Así parece ser el escenario, el estilo no cambia, solo las tácticas; más finas, pero igual de cínicas y sangrientas.

Acto 4 y final: Cuba en Allan
Cuando la revista norteamericana Forbes incluyó, ofensivamente, al Comandante en Jefe Fidel Castro en la lista de los hombres más ricos del mundo, Allan manifestó su indignación ante tal desfachatez. Sus trazos hablaron por él. Esa caricatura fue calificada por la revista Life como la mejor realizada al líder cubano. Forbes contactó al hondureño y puso precio a la obra: «Les dije que se las regalaba, que mis derechos eran gratis para ellos. Con mi actitud demostraba que mis valores son los mismos que los del Comandante», rememora.
Durante nuestra comunicación Allan MacDonald manifestó su interés de visitarnos. «Para mí ir a Cuba es primordial, porque debo crear allí un frente común de caricaturistas latinoamericanos contra las agresiones internas y externas a cualquier país del continente. Quiero contar en Cuba mi experiencia del golpe, exponer mi obra allí. Esa es mi meta, mi batalla y mi revolución de amor y humor».





Las caricaturas de Allan se reproducen en las paredes de Honduras